|
Cueva del Pirata |
Cuenta la leyenda que en Cabo San Lucas en el siglo XVI, los barcos que navegaban por los mares eran asaltados y saqueados por piratas y corsarios que infestaban todos los mares del mundo. Había un pirata en especial que se distinguía de los demás por ser extremadamente cruel y malvado, lo llamaban el capitán Tormenta, toda la tripulación de su barco le temía y obedecía, y a pesar de que sus piratas eran hombres rudos y con pocos sentimientos le tenían miedo, sobre todo cuando navegaban en mal tiempo, ya que parecía que el capitán Tormenta aprovechaba precisamente esos momentos para hablar con alguien imaginario, y disfrutaba como la lluvia y las enormes olas amenazaban con hundirlos golpeándolos con furia.
El capitán Tormenta era un pirata muy rico, ya que durante muchos años había asaltado un gran cantidad de buques en el mar, robando sus tesoros, los reyes y emperadores de muchos países habían puesto precio a su cabeza, y mucha gente lo perseguía para atraparlo y cobrar la recompensa. Fue entonces que el capitán Tormenta al verse acorralado por sus enemigos decidió esconder todo su tesoro en una cueva a la orilla del mar, exactamente en el punto en donde se juntan y chocan con violencia el Océano Pacífico y el Mar de Cortés en Baja California Sur, ese lugar es ahora conocido como Cabo San Lucas, y fue precisamente ahí en donde este pirata bajó de su barco todo el oro y las joyas que cargaba para llenar una cueva que ahí se encontraba y que le pareció perfecta para guardar sus tesoros, y una vez que hubo terminado de hacerlo cerró la entrada y lanzó un conjuro para que nadie que no fuera él, pudiera encontrarla.
Pasaron los años y el capitán Tormenta murió en una de las muchas batallas que libró en los mares contra los soldados de los reyes, y el secreto de la cueva y su tesoro pareció quedar en el olvido. Todo parecía estar bien en Cabo San Lucas hasta que hace algunos años una mujer afligida por tantos y tantos errores cometidos en su vida, caminaba pensativa una tarde tormentosa por una playa solitaria, tomada de la mano de su pequeño hijo, quiso la suerte que sus pasos la llevaran hasta la Cueva del Pirata y al mirar hacia la entrada observó con asombro como a un lado había una estatua de piedra de un niño que la miraba con su carita de tristeza y parecía sonreírle, pero algo en su interior le dijo que debía retirarse del lugar ya estaba a punto de hacerlo cuando escuchó que alguien la llamaba desde el interior de la cueva, la curiosidad pudo más que la prudencia y lentamente con su hijo al lado, empezó a penetrar por la oscura gruta habiendo avanzando algún trecho miró con asombro que en ese lugar se encontraban las riquezas más increíbles que nadie hubiera visto jamás... Había oro, perlas, esmeraldas y rubíes, la mujer que era muy ambiciosa no daba crédito a lo que veía, y reía de felicidad arrojando sobre su cabeza el tesoro encontrado... Pero a todo esto el niño que nunca había dejado de mirar hacia la entrada de la cueva le dijo con preocupación a su madre que por favor salieran porque al parecer la entrada se estaba cerrando poco a poco... lejos de escuchar la advertencia, la mujer dando un fuerte regaño al niño le dijo que se callara y que se sentará sin hablar a un lado hasta que ella se lo ordenara. En eso se escuchó una voz ronca y fantasmal que retumbó en toda la cavidad que decía: "TIENES CINCO MINUTOS PARA TOMAR TODO LO QUE QUIERAS DE MI TESORO, PUES AL CABO DE ESE TIEMPO LA ENTRADA DE ESTA CUEVA SE CERRARA POR SIEMPRE PARA TÍ..."
Entonces la mujer empezó a agarrar todo lo que pudo, lo mismo magníficas coronas de Reyes en oro y perlas que monedas y anillos de diamantes... en unos cuantos segundos apenas podía moverse pues tenía las dos manos ocupadas abrazando tantas y tantas cosas valiosas, al darse cuenta que el tiempo se había terminado corrió sin mirar atrás hacia la entrada llevando su rico cargamento, y escuchó como la cueva se cerraba a sus espaldas para siempre con un terrible estruendo... sin embargo a la mujer esto no le importó pues en su cabeza daban vueltas mil ideas, pensaba en lo que haría y todo lo compraría con el dinero que llevaba. Y de repente se acordó... ¡MI HIJO!... y tirando lo que llevaba, corrió hacia la entrada de la Cueva que ya estaba cerrada, pues en su ambición y por salir rápidamente con el tesoro se había olvidado del verdadero y mayor tesoro que tenía en la vida... su hijo... se le había olvidado adentro de la cueva... con desesperación trató en vano de abrir nuevamente la entrada hasta que sus manos sangraron, y finalmente desfallecida cayó de rodillas ante la Cueva del Pirata, arrepentida de cometer el error de aventurarse a entrar a la Gruta buscando algo mejor y abandonando lo que tenía... lo peor de todo fue cuando volteó a mirar hacia la estatua de piedra del niño que estaba en la entrada, pues descubrió con terror que la carita de esa estatua ya no era la misma de cuando ella había entrado, ahora la cara de la estatua de piedra era ¡la de su hijo! que la miraba con tristeza y parecía sonreírle.
Por Ivanohe Amaro Cuanalo